Curiosidades andorranas

El rey de Andorra

Boris soñaba con una Andorra con libertad de expresión, moderna, con inversiones extranjeras y un reconocido paraíso fiscal.
El rey de Andorra
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Esta es la historia de dos personajes históricos para Andorra, les une su valentía, determinación y fidelidad a sus ideas. Les separaba todo lo demás. Del uno apenas se conocen cosas, del otro no hemos podido separar realidad de ficción. Te aseguro que esta es una de las mejores historias de Andorra, digna candidata de una serie de Netflix.

Vamos a ponernos en situación, viajamos hasta la Andorra de los años 30, donde apenas 4.000 personas convivían en el principado. Ignorados por España y Francia, el país de los Pirineos sobrevivía de una agricultura familiar, una ganadería escasa y de un incipiente turismo; las comunicaciones eran inexistentes y la estructura social mantenía las jerarquías feudales de tiempos pasados. El país se regía por dos copríncipes, el obispo de la Seu d’Urgell, y el presidente de la Republica de Francia, este último hacía tanto caso a Andorra como mi abuela a ChatGPT.

He de comentaros que unos años antes de nuestra historia, Andorra vivió una especie de golpe de Estado, a sus copríncipes y a la hartura de tan mala vida, por lo que un grupo de revolucionarios pensó que la solución a su tremenda situación era modificar la ley para la apertura de casinos en suelo andorrano. El copríncipe de Francia, dijo ━A mi otro Mónaco, ¡no!, el de La Seu d’Urgell ━Con la Iglesia habéis topado, el aislamiento hizo el resto, y cada uno para su casa.

Unos años después aparece un tipo peculiar, diferente, empático, políglota, guapo y elegante: Boris Skossyreff, nacido en Rusia (en la actual Lituania), en el seno de una familia noble rusa, pasa su juventud en Reino Unido, escapando de la incomodidad de la revolución rusa, allí trabaja para la Marina Real británica, y le conceden un pasaporte Nansen (que es el que otorgaban a los apátridas). Con esto, viaja a los Países Bajos, y aunque no se conoce su ocupación exacta sale del país como conde de Orange, debía quedar genial el título en su imaginación porque es tan real como los unicornios, vamos que se lo inventó.

En sus años mozos se casa con una mujer de origen marsellés, rica, divorciada y bastante mayor que él, y con ella estuvo hasta que se cruzó con una guapa jovencita británica, a la que seguro conquisto con un ━Baby, nos vamos para Andorra. Loca se debió quedar la chiquilla cuando cambio su Londres natal por Escaldes. La parejita se instala en Santa Coloma, en la actualmente conocida Casa de los Rusos, dónde Boris comienza su fantástico plan.

Con su don de gentes, conversa activamente y con interés con artesanos, agricultores, ganaderos, políticos, incluso con los revolucionarios aquellos de ideas de abrir casinos. No dejo a nadie fuera. Y esta es la base de su éxito. En realidad, es la base de todos los éxitos: escuchar a todos, para que después te escuchen y sigan. Y eso hicieron todos… todos menos uno, pero ahora llegamos a ese punto.

Con toda esa cantidad de información que tenía Boris, muy dispuesto y optimista redactó un documento dirigido al Consell General fechado el 17 de mayo de 1934. Cuatro días después, recibió la respuesta. Para que luego digan que la Administración es lenta. La contestación era clara, más o menos decía: Aquí no pintas nada, y ya te estás largando por donde has venido.

Pero Boris ya se sentía monarca y no volvió a Reino Unido, ni a Rusia, ni a Países Bajos, él se quedó cerca de su recién pero ya amado pueblo. Se instaló en La Seu d’Urgell y activó una de las mejores campañas de marketing, solo superada por la de Nike y Air Jordan, porque allí se presentaron a escucharle y darle voz hasta The Time y The Daily Herarld. Toma, tomate.

El siguiente paso de su estrategia fue magistral, contactó con el pretendiente del trono de Francia, Juan de Orleans: ━Mira Juan, hazte cargo de esta situación, tú eres el copríncipe de Andorra, porque un republicano por muy presiente de Francia que sea, no puede serlo. Esto es así, Juan.

La Casa de Orleans no hizo nada, para algunos esto sería una derrota, para Boris, la mejor de las opciones: se encargó personalmente que su causa se tratará en los boletines de la Casa francesa, y de paso, pues por el mismo artículo que fue conde de Orange, se autodeclaró, lugarteniente del Rey de Francia.

Continuó un tiempo con entrevistas internacionales, recepciones, visitas, imprimía folletos firmando como su Alteza Real el Príncipe. Y con ese subidón, redacta una innovadora carta constitucional andorrana que modificaba “ligeramente” el actual sistema. Boris soñaba con una Andorra con libertad de expresión, moderna, con inversiones extranjeras y un reconocido paraíso fiscal. Diez mil copias imprimieron y repartieron a diestro y siniestro. Y una de esas copias llego hasta el obispo de La Seu d’Urgell, que lejos de encontrarle su gracia al documento, montó en cólera, y dijo que solo había dos copríncipes, el presidente de Francia y él.

Sin embargo, en Andorra, el síndico general convoca una reunión del Consell General en la Casa de la Vall, un 7 de julio de 1934, y escuchan las ideas de Boris, de convertir Andorra en el Mónaco, Luxemburgo y Liechtestein, en un país próspero, moderno, rico y de oportunidades para todos. Boris, a cambio, solo pedía una cosita de nada, que le hicieran príncipe de Andorra.

Y ¡Oh! Sorpresa, votaron que sí. Todos menos uno. El consejero representante de Encamp, que viendo como la historia de su país iniciaba un nuevo curso, fue corriendo al obispo de la Seu d’Urgell, que lo pillaba ya calentito con el tema. Francia, sin embargo, dijo que se le juntaba ya mucho con Alemania, que decidieran sin molestar.

El reinado de Boris duró 13 días, pero bien aprovechados, disolvió el Consell General, otorgo una amnistía, convocó elecciones, y atendió a su pueblo y a la prensa. ━En mi nuevo reino impulsaré protección al necesitado, educación universal y deporte, mucho deporte. Pero nada de juegos prohibidos. ¡Ah! Y declaró la guerra al obispo de la Seu d’Urgell, si es que se la tenían jurada estos dos.

Boris fue detenido por cuatro guardia civiles enviados por el obispo, lo juzgaron en España por la ley de vagos y maleantes, que más bien será por lo segundo, porque el monarca de Andorra era muy trabajador y le cundía mucho. Preso en Madrid, deportado a Portugal, prisionero nazi, juzgado por los rusos… su vida fue intensa, única, llamativa.

¿Qué hubiera pasado si Boris hubiera convencido solo una persona más, al otro protagonista de la historia, al consejero de Encamp? Quién sabe dónde estaríamos ahora.

Esta es la historia el rey de Andorra. Boris I. Dios Salve al Rey.

El rey de Andorra
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